Está es probablemente la anécdota que exige un mayor grado de benevolencia para ser creída
Bien conocida es entre los que nos dedicamos a investigar la vida de ésta estrella del cante jondo, la fogosa relación que mantuvo con Benita, una joven sexadora de pollos de origen rumano, a la que conoció cuando ella realizaba un viaje de negocios a La Almunia de Doña Godina.
Pascual de Giménez y Montoya, vecino de la localidad y feliz propietario de un simpático pollo era quien había solicitado los servicios de la joven. Cuando ésta llegó dispuesta a realizar su trabajo, Pascual le acompañó hasta la cocina y le enseñó el pollo. La situación, llena de tensión, la transcribo a continuación:
Pascual: "Bueno señorita, aquí está el pollo"
Benita: "!Pero si aquí sólo hay una olla con arroz!"
Pascual: "Busque, busque entre el arroz"
Benita: "Supongo que no me habrá traído hasta aquí para determinar el sexo de un pollo a la pepitoria!"
Pascual: "No es a la pepitoria, es una receta que hago yo que le pongo un poco de albahaca y..."
Benita: "Pero ¿cómo voy a saber yo de qué sexo es el puto pollo si está troceado?"
Pascual: "Anda, que lista, es que vivo yo también lo sé."
Benita (cogiendo un trozo y probándolo): "Bueno, está bien, creo que es un pollo avícola cotolino macho"
Pascual: "!PUES NO! Es burro. Si a mi no me engaña nadie. Eso de los sexadores de pollos es una farsa. Si lo sabré yo. Lo que me voy a reír del Toñín. Es que me había apostado un orujo con él a que eso de adivinar el sexapíl de un pollo no podía ser y además es imposible ¿sabe señorita?"
Benita: "Svrozna crekza" (expresión que en rumano hace referencia de forma poco amistosa a la profesión de la madre de la persona a la que se dirige).
Como es lógico Benita salió corriendo presa de un ataque de nervios. Y aquí es cuando se produce el encuentro entre los dos jóvenes. Benita en su carrera desesperada tropezó con Alcachofo. Cuando levantó la vista pudo ver frente a ella a un apuesto galán de un magnetismo irresistible. Esto demuestra hasta que punto estaba trastornada.
Cuando a la mañana siguiente le despertó el canto del gallo (de un gallo macho), y al ver tumbado en el lecho junto a ella a un paleto deforme con una sonrisa de oreja a oreja Benita enloqueció por completo.
Todavia hoy es posible escuchar en las noches de luna llena unos terribles rebuznos y kikirikís provenientes de una voz femenina en el cottolengo de Chipiona.
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