Friday, August 25, 2006

Alcachofo torero

Bueno, tampoco una primera figura...

Corría el año 1972 cuando se le presentó a Alcachofo la oportunidad de dar a conocer su arte no a través de sus fabulosas cuerdas vocales (que algún crítico había calificado, no sin cierto tono satírico, como "maromas de pesquero marroquí"), sino a través de la posibilidad de dominar a una bestia (y no me refiero a sus sesiones de autocontrol con el Doctor Prospitti).

Todo sucedió en una especie de bar-hotel que solía frecuentar mucho Alcachofo en aquella etapa de su vida. Este pintoresco sitio, sito en la madrileña calle de la Montera, nos lo describe Alcachofo de la siguiente forma (la transcripción a intentado ser lo más fiel a la realidad posible):

"Yo pasaba muchas noches en el japi rabi. Era un sitio fetén que habían un huevo de mujeres muy cariñosas ¿me invitas a un brandy?"

Pues bien, una tarde de primavera, en concreto la del 22 de Diciembre de 1972, Alcachofo fue al bar-hotel tras haber sufrido un grave accidente doméstico. Por la tarde Alcachofo regresó a su casa como un alma en pena tras haber perdido su trabajo como au pair en la casa de los marqueses de Puente Geníl. Moncho, el pequeño de los 12 hijos de los marqueses había suspendido las matemáticas de cuarto curso y a Alcachofo le pareció más original (además de fácil) beberse 14 bloodie maries con él que explicarle las integrales.

El caso es que al regresar a casa a Alcachofo le llamó la atención un objeto rectangular y más bien plano que había debajo de la pata de la mesa del salón-dormitorio-recibidor-cocina de su humilde casa, y al ir a sacarlo, la mesa perdió estabilidad, con tan mala fortuna que provocó que la librería del salón-dormitorio-recibidor-cocina se le viniera encima con todas las botellas de vino vacías.

El objeto rectangular era un libro. De Schopenhauer. Que resultó ser un filósofo alemán y no una marca de aspiradores como pensaba Alcachofo.

El cómo había llegado un libro de Schopenhauer a la casa de Alcachofo tal vez no lo sepamos nunca.. El caso es que un libro de Schopenhauer en la casa de Alcachofo es tan inservible como la máquina de hacer yogures que el 54% de los españoles (según datos del Instituto Nacional de Estadística, 1983) tiene en el armario del cuarto de los niños (detrás de los adornos de Navidad), y que, o bien te toca cuando en una tómbola compras un cupón para conseguir una bicicleta, o bien te la regalan al comprar una pulsera magnética.

Bueno, para no desviarnos del tema principal de la narración, y por que el que escribe estas líneas no es una persona a la que le guste ir por los cerros de Ubeda, localidad en la que, por cierto, Alcachofo dio un recital con el famoso tonadillero "El niño de los Cerros de Ubeda", en la cooperativa local, que no atravesaba uno de sus mejores momentos debido a la ya conocida subida del precio del esparto de 1977, material con el que se fabrican las ruedas con las que se prensa el aceite virgen de oliva, y que debido al escaso apoyo recibido por parte de las autoridades locales, y cuando digo autoridades locales me refiero no sólo al teniente alcalde de Ubeda, cuya gestión no creo que deba ser criticada en esta narración, aunque a mi parecer si se hubiera centrado más en su labor como representante de la intereses del pueblo de Ubeda, y menos en la brisca y en la cazalla, seguramente la mitad de los trabajadores del pueblo no habrían tenido que abandonar sus olivos, no sin antes realizar una huelga,para entrar a trabajar en la fábrica de condensadores de fluzo, enriqueciendo así a John Stewart III, un empresario emprendedor que quería incorporar los condensadores de fluzo a los tractores fabricados en la fabrica de buñuelos de viento que poseía en Whichita (Kansas), y que dio al traste con sus ilusiones cuando un comando terrorista chiita le robó 14 toneladas y media de plutonio, y ya se sabe que los condensadores de fluzo, sin plutonio, van de culo.

Bueno, volvamos al tema que nos interesa: Schopenhauer.

Este conocido filosofo alemán (del que muchos aseguran que si no mantuvo un romance con el Fary es por que jamás visito Carabanchel Alto) tuvo una hija, Berta Schopenhauer, que nunca aprovechó la fama de su padre (como otros) para labrarse un prestigio archiconocido como maestra fresadora en Zcercosnich, el pueblo rumano donde desarrolló su carrera profesional fabricando.... bueno, no voy a aburrirles con detalles de la fabricación de.... estos productos. Tampoco voy a entretenerles mucho con detalles sobre como Schopenhauer tuvo a Berta, dado que es algo que entra dentro de la vida privada de Schopenhauer, de Frau Schopenhauer y de un vendedor de enciclopedias médicas.

Berta logró un gran éxito vendiendo sus productos y la veraniega tarde del 22 de Diciembre de 1972 entró en el mercado español de la mano de George Sánchez-Blumenfrau, un simpático colchonero que en sus ratos libres se entretenía como Chief Executive Officer de Carrefour.

George para celebrar el cierre del acuerdo de distribución en exclusiva de los productos de Berta, que según un estudio de mercado de la Fundación Wilfredo Sánchez, tenía altas posibilidades de obtener una cuota aproximada del 5% del mercado de artículos de lujo en el barrio sevillano de las 2000 viviendas, hizo lo que hacen todos los colchoneros cuando cierran un acuerdo con una maestra fresadora: llevarla a ver el el estreno del espectáculo Flashdance que interpretaban Tony Rodero y sus enanos toreros.

Pese a la falta de originalidad del espectáculo Berta disfrutó a lo grande del evento, en especial del número estrella: la interpretación del pasaje en que Sue Ramos llega a la imaginaria ciudad de Xanadoo con un insinuante vestido de lentejuelas verdes y naranjas, y mantiene un apasionado romance con Kareem Abdul Jabar. Monchito Rao de Anís (el enano que interpretaba a Sue Ramos) recibió muy buenas críticas por su saber estar, mientras que Pedrito Esteban, el enano puntillero, no supo estar a la altura en su papel de Kareem Abdul Jabar.

Es tras el espectáculo cuando todos Berta, George, Tony y todos los enanos toreros (a excepción de Pedrito Esteban que se quedó a practicar unos ejercicios de estiramiento) fueron a tomar la penúltima al Happy Rabbit.

Y es aquí donde se cruzan las vidas de Berta, George, Tony, los enanos toreros, Alcachofo y un señor de traje a rayas que iba a pedir fuego.

Mientras el colchonero, la maestra fresadora, el artista y los enanos toreros tomaban un combinado escuchando atentamente a George, que hablaba de cómo había hecho una fortuna invirtiendo en esparto, les llamó la atención un altercado que tuvo lugar en el hotel-bar.

Alcachofo reprochaba a gritos al dueño del local que no le hubiera puesto una tapa con su consumición. Decía que donde se había visto pedir un gin fizz y que no se acompañara de unas aceitunas rellenas de anchoa. Un cliente del bar que venía a intentar colocar un remanente de 12000 condensadores de fluzo a una fábrica de turrón, se levantó y dijo que en Wichita (Kansas).

Esta intromisión no le hizo gracia a Alcachofo. Al resto del bar si, pero a Alcachofo no. Alcachofo, con los ojos inyectados en sangre por la rabia y 14 whiskies con hielo, tomó al empresario primero por el bisoñé y luego por el cuello, y con el aricantano (que es como un rodillo de amasar pero de mármol) le golpeó en todos los sitios del cuerpo menos en el bisoñé, que había arrojado a varios metros de distancia. El pobre empresario de Wichita (Kansas), no paraba de decir que había sido una broma, que perdón, que oyes tampoco es para ponerse así, cuando todo el mundo sabe que es totalmente cierto que si en Wichita (Kansas) pides un gin fizz, no te ponen ninguna aceituna rellena de anchoa.

George, Berta, Tony y los enanos toreros (a excepción de Pedrito Esteban, que estaba hospitalizado por que le había dado un tirón en el cuello mientras realizaba unos ejercicios de estiramiento) invitaron a su mesa a Alcachofo. El dueño del local, que había trabajado como criado en la casa de Albano y Romina Power, y por lo tanto estaba acostumbrado a este tipo de sucesos violentos, se acercó a Alcachofo y le dijo que aceitunas rellenas de anchoa no tenía debido a una huelga de olivareros en Ubeda, pero que le podía traer unas banderillas, y Alcachofo dijo que bueno, que valía.

Alcachofo, que no debía comer nada después de las doce de la noche, según les había dicho a sus padres el viejo chino que se lo vendió, se tomó 7 botes de medio kilo de banderillas.

A Tony Rodero le gustaron las manenras de Alcachofo con las banderillas y le contrató como becario para su espectáculo, que el año siguiente se anunciaba como "Tony Rodero, sus enanos toreros y el imbecil".

Alcachofo, que por cierto, interpretaba el papel de "el imbecil", y no voy a entrar ahora en debates de si era una interpretación o no, formó parte del espectáculo durante un año y medio, justo antes de su etapa como mediador entre EEUU y la URSS durante los años de la guerra fría, que por ser de sobra conocida no voy a narrar en esta ocasión.

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